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7 julio 2021
Bordear las barreras sociolaborables
Por Elena Caballero Bonilla (Fundación Yrichen). Integrante de la Comisión de Inserción Sociolaboral de UNAD

“La falta de perspectiva de género en el abordaje de las adicciones provoca que las mujeres acudan en menor medida a los recursos institucionales y, si lo hacen, abandonen antes que los hombres”. Patricia Martínez Redondo, 2020.

Hablar de las brechas de acceso al tratamiento de adicciones nos sitúa unos años antes de la pandemia, y es que se puede afirmar que los programas de intervención están diseñados desde un enfoque androcéntrico que sigue sin responder a las necesidades presentadas por las mujeres. Por mucho tiempo, la realidad ha sido que más hombres que mujeres demandan tratamiento y la principal razón dada al respecto ha sido que existe “un menor número de mujeres con problemas de adicciones”.

Sin embargo, no se han tenido en cuenta aspectos tan importantes como la escasa coordinación de los servicios, la ubicación de los centros, las listas de espera o la rigidez de horarios de los programas, que muchas veces no son compatibles con los deberes familiares, domésticos y laborales. También existen obstáculos sociales, culturales y/o personales que suponen la doble o triple penalización para la mujer con problemas en el uso de sustancias: vergüenza, invisibilidad, culpa, miedo a perder la custodia de los hijos e hijas, falta de apoyos, falta de confianza en la eficacia del tratamiento, etc. Cabe destacar además la violencia de género que viven muchas de estas mujeres, que lidian con dos redes de atención que deberían nutrirse entre sí para darles una respuesta integral.

Lo mismo ocurre con la inserción laboral de las mujeres. Tendríamos que irnos tiempo atrás para hacer un análisis exhaustivo de esta realidad. Es cierto que con la incorporación al mercado laboral se ha obtenido una autonomía económica y una independencia vital, pero continúan siendo evidentes una serie de aspectos de desigualdades de género tales como la división sexual en el trabajo, los techos de cristal, la falta de conciliación familiar y la poca división del trabajo doméstico, entre otros. Todos estos aspectos suponen para la mujer una sobrecarga y una mayor vulnerabilidad que se agrava notablemente si lo unimos a la realidad de la adicción.

Probablemente sea un poco pronto para valorar las consecuencias y secuelas que está dejando la pandemia en las mujeres, pero desde la Fundación Canaria Yrichen ya podemos empezar a medir el impacto específico sobre la brecha de acceso al tratamiento y la inserción laboral. En primer lugar, se mantiene el mismo número de inicios de tratamiento en 2020 que en 2019 a pesar de haberse incorporado un nuevo modelo de trabajo telemático alternado con la presencialidad.

Uno de los principales resultados cuantitativos de haber realizado una serie de entrevistas a mujeres usuarias es que, con respecto a las dificultades de acceso al tratamiento, más de la mitad considera que la pandemia no ha afectado en nada, mientras que el resto sí le atribuye algún efecto por la ausencia de presencialidad y solo una persona lo relaciona con el miedo, las dificultades de transporte y la lejanía del recurso.

Se ha detectado también una falta de educación en perspectiva de género y una escasa toma de conciencia sobre los obstáculos a los que se ven expuestas por el hecho de ser mujer; unas barreras que con la pandemia se han visto agravadas.

En relación con las dificultades de acceso a la formación y al mercado laboral, las mujeres que admiten una afectación la relacionan con determinados sectores laborales, pérdidas de empleo, cierre de recintos y limitación de aforos. Aquellas que niegan cualquier condicionamiento lo vinculan con que se encuentran en la misma situación que antes de la pandemia, afectándoles otros factores como pueden ser la edad o las responsabilidades familiares.

En vista de estos primeros resultados habrá que seguir observando, con más perspectiva de tiempo, las consecuencias de estas cuestiones. Mientras tanto, la única opción es continuar en la línea de mejora de respuesta que se les da a las mujeres en tratamiento teniendo siempre en cuenta sus necesidades específicas. Trabajar de lleno en la mejora de los obstáculos de acceso, flexibilizar los tratamientos y adoptar un enfoque coordinado y en red que permita atender a las mujeres de forma holística será la única garantía de éxito.