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26 junio 2021
Pandemia de silencio sobre los problemas de adicciones
Entidades de UNAD cuentan los efectos de la crisis del coronavirus entre las personas más vulnerables atendidas por la red

El tabú que pesa sobre las drogas se ha agravado aún más durante la pandemia. Pero lo cierto es que las adicciones han gozado de buena salud en esta crisis. Y así, en perfecto silencio, el covid-19 se ha cebado en las personas más vulnerables. Jóvenes, población reclusa o personas sin hogar han sufrido especialmente los efectos de esta tormenta perfecta. Si además hablamos de mujeres y adicciones, la exclusión da otra vuelta de tuerca.

Por F. González y Nieves Sanjuan

Las entidades de UNAD que trabajan en el ámbito de las adicciones -con y sin sustancia- han realizado enormes esfuerzos para poder hacer su labor. Pese a todas las dificultades que acompañaron al confinamiento y a la posterior desescalada han logrado cumplir con el principal objetivo: mantenerse al lado de las personas. Cinco organizaciones de la Red evocan un pasado reciente imposible de olvidar al tiempo que afrontan un futuro marcado por los efectos del covid-19. 

Juventud y pantallas 

Desde la Fundación Etorkintza, especializada en la atención y la prevención de adicciones con y sin sustancia, la valoración sobre el papel de las pantallas en el último año es clara: “Nos han condicionado a todas las personas”, coinciden Salvia Hierro, directora de la entidad, y Pilar Urra, directora de Tratamiento e Inclusión Social para el área de Bilbao. Esta exposición, sumada a una situación en las que “ha habido muchos momentos de crisis o de dificultades en las familias”, ha provocado un crecimiento del número de adolescentes que han solicitado ayuda a Etorkintza, según señala Hierro. “No eran perfiles de consumos problemáticos, han venido por la ansiedad de volver a sus actividades normales: ir a clase, salir de casa, volver con sus amistades…”, explica Urra, que sostiene que estos casos llegan a la entidad cuando “algo estalla o hay una situación compleja” en casa debido a episodios de conflictividad familiar.

Etorkintza asegura que este año se han normalizado los problemas del juego entre adolescentes

Al hablar de cómo han influido las apuestas en el nuevo escenario, Hierro se muestra cauta: “Otros años teníamos más demanda de atención al juego por parte de padres de adolescentes, pero éste ha habido menos demanda porque lo hemos normalizado. Ahora veremos las consecuencias”. Ambas profesionales aluden a que no hay datos para conocer el alcance de este fenómeno que “ha pasado a hacerse de manera online y dentro del entorno familiar” después de que se cerraran las salas de juego debido al confinamiento. Y Urra alerta: “Dentro de los programas de detección se está viendo que hay una situación relacionada con las apuestas en adolescentes que preocupa”, y apostilla que al estudiar cada caso “hay además de un problema económico, una situación personal y social muy compleja”.

Ante la irrupción de la pandemia, ambas recuerdan que “nadie sabía qué hacer”. Lo que tuvieron claro es que todos los servicios en Etorkintza iban a mantenerse abiertos, por lo que intentaron equilibrar “con mucho esfuerzo” la atención presencial con la virtual, una combinación que mantienen a día de hoy. La directora de la entidad concluye con un balance de cara al futuro: “El incremento en las situaciones de soledad es algo que iremos viendo ahora. También notaremos impacto en la salud mental, no solo sobre las personas en situación de riesgo, también profesionales. En el momento en el que cojamos aire, va a instalarse la ansiedad”.

Trabas a la prevención

Para Josep Rovira, director del Área de Drogas de la Asociación Bienestar y Desarrollo (ABD), la pandemia ha supuesto un fuerte golpe para la prevención. Le preocupa especialmente el ámbito educativo, donde se impusieron restricciones para el acceso del personal que trabaja la prevención y que varió en cada comunidad autónoma. Mientras que algunas “hicieron unos planes funcionales para poder seguir trabajando en la educación informal o preventiva, otras no hicieron ninguna modificación ni optaron por la opción online”, explica Rovira.

Josep Rovira considera que todo el trabajo que se venía realizando en discotecas, festivales y fiestas patronales se ha detenido. “La prevención en contextos de encuentros y participación comunitaria ha sido muy limitada cuando no, inexistente”, sentencia el experto de ABD.

“Nada sustituye el trabajo preventivo que se venía haciendo presencial”

El director del Área de Drogas de ABD no duda al explicar las causas de estos cambios: “La gran dificultad que ha tenido la prevención ha venido de la falta de aceptación y adaptación por parte de la Administración a la hora de reconvertir los proyectos”. Ello ha provocado no sólo “dificultades de desarrollo”, también pérdidas económicas. Rovira advierte que “hay organizaciones que no van a poder superar este bache” e insiste en que “nada sustituye al trabajo preventivo que se hacia presencialmente”.

A la hora de atisbar el futuro de la prevención, Rovira considera que “esta pandemia puede modificar aspectos en el patrón de consumo.  También afectará a los espacios y contextos de consumo, así que la prevención tendrá que adaptarse y acertar con los nuevos espacios de consumo”.

El peso del género

Auxiliadora Fernández es directora de la Fundación EMET Arco Iris, una entidad cordobesa que, entre otros recursos, gestiona la única comunidad terapéutica de Andalucía para mujeres con problemas de adicciones. Desde allí, han podido observar cómo el género ha sido fundamental en el modo de vivir la pandemia. Cuenta Fernández que la mayoría de mujeres con hijos e hijas a cargo tuvieron “muchísima presión para que abandonaran el tratamiento”.

Con respecto a las mujeres que han acudido a su entidad solicitando ayuda por primera vez, “cuentan que el abuso de sustancias en casa ha sido mucho mayor” y ello ha generado “más problemas en el núcleo familiar”. Sin embargo, la responsable de EMET Arco Iris va mucho más allá y reconoce que “la violencia que han sufrido las mujeres con problemas de adicciones se ha agravado” en el último año.

“La violencia que sufren las mujeres con problemas de adicciones se ha agravado en la pandemia”

La entidad ha debido reinventarse. Fernández lo define como “un proceso de reflexión y autocrítica continuo para buscar nuevas fórmulas de intervención”. Recuerda las dificultades iniciales de la pandemia, sobre todo las ligadas a falta de materiales de protección y al exceso de normativas. En las primeras semanas, “no nos daba tiempo a asimilarlas y teníamos que adaptarlo todo”. En recursos residenciales hubo que reorganizar dormitorios, baños e intentar hacer las intervenciones grupales al aire libre. Con respecto al resto de atenciones, admite que “abusaron” de las llamadas y videollamadas. La situación ha dejado una nueva forma de trabajo y contacto con el exterior, “nos ha descubierto nuevas posibilidades”.

En definitiva, desde EMET Arco Iris han seguido “prestando los mismos servicios que antes de la pandemia” con la perspectiva de género como puntal central, pero “adaptándolos a la situación de cada momento” y priorizando “la salud y la protección de las personas a las que estamos acompañando”. Y concluye: “Hemos hecho de la dificultad una oportunidad. Los equipos se han enfrentado a dificultades que no podían ni imaginar”.

Confinamiento en prisión

“Si los problemas que ya existían en los centros penitenciarios estaban ahí, con la pandemia se ha visto todo agravado”, sostiene Mª Luisa Díaz Quintero, coordinadora de la Comisión Jurídica de ENLACE. Su organización comprende una red de casi un centenar de entidades dedicadas a las adicciones en Andalucía, la región española con mayor número de personas presas. En las prisiones el impacto del coronavirus fue significativo; en especial para la población reclusa con problemas de adicciones: “Todas las actividades grupales se suspendieron: las terapias, las intervenciones… se suspendieron los tratamientos”, apunta Márquez, y remarca que no se aplicaron las derivaciones ni el cumplimiento de la última parte de las condenas en comunidades terapéuticas.

La directora de ENLACE recuerda que “de la noche a la mañana”, las entidades sociales no pudieron entrar en las prisiones, lo que interrumpió todo el trabajo de acompañamiento individual. “Estas personas de repente se sintieron abandonas”, explica. También provocó en muchas personas una “abstinencia forzosa” que despertó la preocupación de las entidades por “los posibles casos de sobredosis y recaídas con la desescalada”. Al mismo tiempo,  se relajaron los controles internos y creció “el abuso de sustancias prescritas por la dirección médica, benzodiacepinas y otras sustancias farmacológicas que sustituyeron a las sustancias ilegales que dejaron de entrar en prisión”.

“De repente, las personas reclusas se sintieron abandonadas”

En cuanto al cese del contacto de las personas presas con sus familiares, Díaz lo define como “un aislamiento dentro de otro aislamiento”. En este sentido, entiende que “la llegada de internet a los centros penitenciarios fue un bálsamo” que les permitió descubrir otras formas de trabajar. Pero desde ENLACE fueron más allá en la búsqueda de “cualquier medio” para mantener el contacto. Y así echaron mano de uno tan tradicional como la carta. “Les escribimos cartas de apoyo y carteles motivacionales para sus módulos. Incluso en coordinación con los centros penitenciarios, les mandábamos a las personas internas correos electrónicos y los funcionarios se los imprimían”, rememora la coordinadora de la federación andaluza.

Desde ENLACE entienden la coordinación entre las entidades y la Administración como un punto clave de todo este proceso. Concretamente, destacan la implicación de Secretaría de Instituciones Penitenciarias para permitir las “comunicaciones entre las prisiones y el exterior” y también para que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado “justificaran” los desplazamientos a otras provincias de personas que iban a visitar a sus familiares. Hasta entonces, durante la desescalada, a las familias que decidían acudir a las prisiones de otros territorios “se las sancionaba por saltarse el cierre”.

Vulnerables fuera de un hogar

Juan Ignacio Vela guarda un recuerdo muy detallado de todo lo que vivió desde la Fundación Cruz Blanca. Una organización de la que es vicepresidente y que acompañó a muchas personas en situación de calle durante los momentos más duros del confinamiento. Vela habla de la situación “invisibilizada” de un colectivo que aglutina entre 30.000 y 40.000 personas en España. “Son personas que suman muchas vulnerabilidades”, recalca antes de enumerar cuestiones como la ausencia de recursos económicos, las dificultades para la empleabilidad, las enfermedades mentales y los problemas de adicciones.  

Esta suma de factores agudizó las consecuencias de la crisis sanitaria sobre las personas sin hogar. Recuerda Vela que cuando en la primera ola se cerraron buena parte de los albergues por no cumplir con las medidas sanitarias, se obligó a las personas a confinarse en pabellones. “Hubo gente que lo rechazó y nos vimos en situaciones muy delicadas. Hubo casos de vulneración de derechos fundamentales, como la libre movilidad, porque se cercaban estos lugares sin dejar entrar o salir a estas personas”, explica el responsable de Cruz Blanca.

“Frente al sinhogarismo hay que buscar soluciones múltiples a vulnerabilidades múltiples”

En el marco de la crisis, Vela alerta de un aumento del número de personas sin hogar debido a que “hay más presencia de mujeres” que antes y a que “se han sumado personas que estaban refugiadas o en fases de integración”. Ante esta situación, tuvieron que adaptar su modelo de intervención con personas sin hogar. Mantuvieron la prevención del consumo de sustancias y del VIH, el acceso a la salud o la prevención del maltrato en la calle, pero tuvieron que cambiar la manera de hacer prevención debido a los protocolos sanitarios y a la falta de material de protección.

A la hora de valorar esta etapa, Vela reconoce contradicciones. Por un lado, cree que han tenido “experiencias satisfactorias” como la puesta en marcha  de modelos como el “Housing first” (o programas de “primera vivienda”). Al mismo tiempo defiende la defensa de las personas sin hogar debe ser total: “No vale con hacer un apoyo para la empleabilidad cuando no tienen acceso a tratamientos sanitarios. Hay que buscar soluciones múltiples a vulnerabilidades múltiples”.