Pese a que en los países en desarrollo la pobreza, la falta de
higiene y las enfermedades infecciosas relegan el consumo de tabaco a
una “amenaza de menor prioridad”, la prevalencia tiende a ser mayor
entre las personas con menos educación y menos ingresos y sus “efectos
en los menores son evidentes”, sobre todo cuando padecen hambre y
malnutrición, porque “los escasos recursos disponibles se destinan a
comprar tabaco en lugar de comida”.
Además, muchos de estos niños suelen ser explotados, pues trabajan
muchas horas por un mísero sueldo, no tienen la oportunidad de recibir
educación y están expuestos a plaguicidas tóxicos, mientras que otros
son también vulnerables a la enfermedad del tabaco verde, producida por
la nicotina que absorbe la piel cuando se manipulan las hojas del
tabaco.
En cuanto al efecto directo del consumo, a las consecuencias
negativas a corto plazo del tabaquismo activo en la salud de los niños
hay que unir los efectos que entraña seguir fumando hasta la edad
adulta. Del mismo modo, la exposición involuntaria es igualmente nociva
para su salud, algo que se da en la mitad de los niños tanto en su
propia casa (46,8%) como fuera de ella (47,8%), según datos de la
última Encuesta Mundial sobre el Tabaco y los Jóvenes.
Por otro lado, la OMS también critica que los niños están “expuestos
desde una edad temprana a la promoción y el marketing del tabaco”, un
fenómeno que está “generalizado a escala mundial” y del que existen
evidencias sólidas de que favorece el consumo y la dependencia del
tabaco entre los niños.
Ante esta preocupación, durante la celebración de la 14 Conferencia
Mundial sobre Tabaco o Salud en Bombay (India) en marzo del pasado año,
las asociaciones americana e internacional de pediatría lanzaron una
iniciativa internacional para promover en todo el mundo la
participación de los clínicos especializados en salud infantil como
actores y líderes de opinión en las actividades de control del tabaco.
El propósito de esa iniciativa es poner de relieve el daño que el
tabaco causa a los niños, difundir las mejores prácticas para reducir
la exposición de los niños al tabaco y el humo ajeno, ofrecer formación
a los clínicos en la promoción de cambios de política y métodos para
asesorar a los padres sobre la cuestión.