Con el objetivo de comparar resultados, varios especialistas del
Instituto de Psiquiatría del del Kings College London (Reino Unido)
reclutaron a un grupo determinado de enfermos crónicos adictos a la
heroína: aquellos que llevaban recibiendo un tratamiento con
metadona oral desde, al menos, 26 semanas y que, sin embargo,
continuaban inyectándose heroína en la calle con cierta regularidad (el
50% del tiempo del ensayo, es decir, 13 semanas).
En total, participaron 127 personas. De éstas, 42 comenzaron a
tratarse con metadona inyectada (no se utiliza en España)/, 43 con
heroína (diacetilmorfina) inyectada y otros 42 con metadona oral. Todos
se sometieron al método que se les había asignado durante un periodo
de 26 semanas. Al cabo de este tiempo, los investigadores observaron
resultados muy positivos en todos los casos, especialmente entre los
pacientes con heroína inyectada, cuya adherencia al tratamiento era de
un 88%. Este porcentaje se reducía al 81% en el grupo con metadona
inyectada y al 69% entre aquellos que recibían la metadona oral.
Según demuestra la investigación británica, los pacientes
tratados con heroína inyectada fueron los que más redujeron las
inyecciones en la calle (en un 66%), seguidos de la metadona
inyectable (30%) y la metadona oral (19%).
Estas conclusiones van acorde con otras investigaciones anteriores,
una de ellas realizada en España y dirigida por Joan Carles March,
profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública. La diferencia es que
el nuevo trabajo introduce la metadona inyectada para comparar sus
efectos y, además, trabaja con otro tipo de pacientes. «Nosotros
escogimos personas que habían fracasado como mínimo en dos tratamientos,
se inyectaban la mayoría de los días y cumplían dos de estos tres
requisitos: tenían una enfermedad (VIH, hepatitis…), problemas de
salud mental (patología dual) y de tipo familiar-legal.
En definitiva,
eran personas con una dependencia más severa, con una situación mucho
más dura y más excluidas», señala el investigador español.
En cualquiera de los estudios realizados, el objetivo de los expertos
es que la heroína inyectada se utilice como segundo
tratamiento de elección en aquellos que no respondan a otros
tratamientos (el primero es la metadona oral). «Hemos demostrado que
la heroína inyectada reduce significativamente las inyecciones en la
calle y, comparándola con las otras dos opciones, la diferencia
comienza a notarse a las seis semanas», aseguran los investigadores
británicos.
El problema, tal y como advierte Thomas Kerr, de la Universidad de
British Columbia (en Vancouver) en un editorial adjunto, es que «la
historia nos ha demostrado que la prescripción de la heroína inyectada
como tratamiento no depende tanto de los ensayos que confirmen su
efectividad y seguridad, sino de intereses políticos». No hay que
olvidar que esta cuestión está rodeada de polémica, ya que muchos se
oponen a la idea de facilitar «sin más» una sustancia que es ilegal.
Precisamente por esta razón, Joan Carles March tiene previsto iniciar
una nueva investigación para comparar los efectos de tres
tratamientos: la morfina oral, la metadona oral y la heroína oral.
«Teniendo en cuenta que, al contrario que la morfina, la heroína es
ilegal en España, si concluimos que la morfina ofrece unos
resultados semejantes, entonces no se necesitaría legalizar la heroína».
En cualquier caso, añade el investigador, nuestra hipótesis inicial
es que «la heroína oral puede ser mejor que la morfina y la metadona
oral […] Dar la heroína en pastillas es más fácil y más barato. No
requiere que el paciente vaya antes para medir sus constantes ni
tampoco necesita 20 minutos de descanso después de la inyección».
Actualmente, en España, esta opción sólo está disponible en Granada.
En vista de los buenos resultados del ensayo clínico de Joan Carles
March, se consiguió el permiso de la Agencia Española del Medicamento
para prescribir la diacetilmorfina como fármaco de uso compasivo a
aquellas personas del estudio que desearan seguir con la terapia.