Los patrones de consumo esporádico y recreativo de drogas se han normalizado en nuestro país. Esta situación
se refleja en la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas de mayo de 2010, en la que las adicciones eran importantes para sólo un 1,4 por ciento de los españoles. Según Carmen Moya, delegada del Gobierno
para el Plan Nacional sobre Drogas, esta baja consideración tiene aspectos positivos, pues «permite abordar la cuestión sin dramatismo, desde la reflexión y la confianza que los ciudadanos tienen en las administraciones», y negativos, ya que el «riesgo de bajar la guardia ante los consumos, las nuevas sustancias y las que reaparecen».
Moya, que ha participado en una conferencia organizada por el Instituto Médico Valenciano, ha señalado que «algunos creen que es bueno elevar la tensión social sobre el tema de las drogas, pero no comparto esa opinión. Hay que reforzar los mensajes a favor de la adopción de hábitos de vida saludables y mejorar la información». En cualquier caso, «hay que ser realistas y creo que la total eliminación de los consumos de drogas es una utopía, por lo menos de momento, por lo que tenemos que dar a los ciudadanos una información veraz y objetiva para que tomen decisiones responsables».
A juicio de Moya, «hay que ser conscientes de nuestros altos de consumo son de los más altos de la Unión Europea», aunque existen motivos para la esperanza, ya que las últimas encuestas escolares y generales sobre el tema de las drogas «muestran signos positivos», que se traducen en una disminución del consumo de drogas con carácter general. Además, «somos el país donde más ha bajado el consumo de las drogas ilegales más frecuentes (cocaína y cánnabis) y también se aprecia mayor dificultad respecto a la accesibilidad».
En la misma línea, Moya ha remarcado el aumento de la percepción de riesgo de los estudiantes en relación con el tabaco, el alcohol y el cánnabis, aunque ha comentado que los consumos de las dos primeras sustancias es un problema muy importante en ese sector de edad: «Las drogas ilegales son las que más impresionan, pero esta situación no nos puede hacer olvidar el impacto que tienen las legales, que provocan tanto o más daño en términos de salud y en los sanitarios».
Como conclusión, Moya ha reconocido tener «la impresión, como confirman los últimos estudios, de que vamos por el buen camino».